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Cómo encontré la práctica de Yoga

practica de yoga retiro yoga con crisAntes de nada quiero decir que nunca me he considerado deportista, flexible o fuerte. Que de pequeña me daba miedo hasta ir en bici y que me encantaban las princesas y las bailarinas aunque nunca fui a clase de baile. De pequeña, en realidad, por diferentes razones que podéis leer aquí, cualquier actividad física se vio frustrada.

Así que naturalmente me decanté por cosas que requirieran menos movimiento, y más mente. No encontré la práctica de yoga hasta pasados los 20. Y el momento en el que ocurrió lo recuerdo con mucho cariño. Ahí va.

Sigue leyendo o clicka aquí y yo te lo cuento.

El primer contacto.

Había vuelto de Argentina hacía unos meses. Mi hermana vivía en San Francisco (USA) y fui a visitarla.

Pasé algo más de una semana recorriendo la ciudad a solas mientras ella trabajaba en el Hospital. Una tarde me dijo lo siguiente:

Ángela: – «Oye, aquí todo el mundo va con una esterilla por la calle. Van a Yoga. ¿Quieres que vayamos a probar a ver qué tal?». A lo que respondí, un «vale».

Sí, lo sé. Mi respuesta puede dejar impresionados a algunos. Pero así, sin más, nos juntamos frente a uno de los tantos centros de Yoga de la ciudad. Ahora, en la era de las mallas de diseño que inundan instagram me encantaría ver una foto de cómo nos presentamos en esa clase de la que yo no sabía qué esperar.

Nos colocamos prudentemente en la mitad trasera de la clase, una al lado de la otra. Recuerdo asombrarme por la seriedad y solemnidad de algunos de los que ya estaban esperando en la sala a que llegara la profesora.

Y entonces, llegó.

La profesora.

Antes de seguir leyendo, recordad que esto pasó hace al menos 10 años. Instagram no existía, en España sólo hablaban de Yoga los que habían estado en un Ashram y las tiendas de Inditex no promocionaban como locos su línea de ropa de diseño para yoga. Las plazas no se llenaban con merchandising , y la práctica era muy diferente. Así, nosotras dos, nos plantamos ahí.

Llegó una mujer de unos 60 años, con el pelo escandalosamente rubio y con unas mallas de leopardo rosa a juego con la cinta que le apartaba el pelo de la cara. Obviamente, del color de la camiseta no me acuerdo, porque ya había demasiada información entrando por mis ojos en ese momento. Sé que tal vez muchas de las que leéis esto ahora tenéis unas mallas parecidas o las habéis visto. Pero de nuevo, esto pasaba hace al menos 10 años. No había ni una foto pensada para colgar en instagram.

Se sentó, y con un inglés muy poético nos explicó lo de sentir las energías, y mi hermana y yo nos miramos con los ojos a cuadros sin saber si es que no conocíamos las palabras que estaba utilizando o si es que nuestra mente no captaba nada de lo que estaba pasando.

Tras un rato empezó la práctica. Hubo momentos absurdos en los que no sabía para nada lo que tenía que hacer, otros momentos en los que mirar a mi hermana en busca de ayuda sólo nos hizo estallar en un ataque de risa mientras nos dábamos cuenta de que, claramente, no estábamos «pillando el rollo».

Hicimos todo lo que pudimos y llego el momento de las posturas invertidas. Obviamente Sirsasana era algo imposible así que me dirigí hacia la pared para hacer mi variación.

En ese momento, con las piernas pegadas a la pared en una postura restaurativa, cerré los ojos.

El encuentro con la práctica.

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Estaba en mitad de la carrera de Psicología, y llevaba mucho tiempo buscando dentro de esta disciplina, formas alternativas en las que la mente se encontrara con el cuerpo.

Formas en las que el filtro de las palabras no formaran parte de la ecuación en el camino al conocerse a uno mismo. Formas en las que fuera el cuerpo el que mostrara el camino, maneras de volver a conectar con lo que vive en este espacio tierra que llamamos cuerpo.

Y ahí, al final de esta primera clase, me di cuenta. Esta podía ser la forma. No lo entendí muy bien entonces. No losuficiente como para ponerle muchas palabras, pero lo supe. Había algo que investigar en esta práctica milenaria que nació justamente, por la búsqueda de sentido.

Tras volver a Barcelona mi hermana y yo seguimos practicando con vídeos online, con cd’s de diferentes profesores de yoga. Me compré mi primer libro de yoga desconociendo absolutamente el mundo en el que me adentraba. Años después descubrí que el autor del libro que me guió en esos primero años era Ramaswami, con el que tuve el regalo de practicar durante 15 intensos días, uno de los maestros más bonitos que puede tener el Yoga.

Lo que significa para mi

Años después me formé y me seguí formando. Practiqué con unos y otros. Y en eso sigo. Y con el tiempo he ido desenvolviendo como si fuera un regalo delicado, las capas de este cuerpo que habito y las de esta mente.

practica de yogaLa práctica de Yoga me acompaña hace años y ha tenido diferentes grados de intensidad y diversos mensajes que aportarme.

Al principio era la postura, conseguir la asana. Hoy tiene más que ver con la escucha y el sentir. Pero siempre ha sido un lugar en el que encontrarme conmigo, incluso, en las épocas que por diferentes razones no he practicado. El Yoga toma todas las formas; físicas, emocionales, sensitivas e intelectuales y priorizar exageradamente una sobre las otras, a mi, no me sirve. Creo que cada uno pasa por su propio camino. Y que es esencial que lo vivamos y abracemos como nosotros queramos por que es en ese camino en el que encontraremos respuestas, coraje, y libertad.

La práctica de Yoga se encuentra en la honestidad con la que practicamos, en el amor que somos capaces de inyectar en las situaciones que nos rodean y conforman. La práctica de Yoga se encuentra en mirar al que está a tu lado y verte a ti mismo. La práctica de Yoga puede ocurrir en todo momento y en cualquier lado, se encuentra constantemente en nosotros si tenemos la valentía de asumir la vida con todo su potencial.

 

 

 

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