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El encuentro en Santander

yoga con cris taller santanderEstaba acostumbrada a dar clases regulares de yoga en Madrid. Durante siete años, la gente venía a clases a encontrarse. Muy pronto empecé a apostar por crear espacios de encuentro más allá de las horas de práctica. Al final, los grupos de cada clase se habían convertido en una especie de familia en la que confiar para el momento de la práctica. Estoy segura de que los que veníais a clases en Madrid y estáis leyendo esto ahora, podéis coincidir conmigo y sonreír al recordarlo. A mi me pasa igual.

Tras dejar Madrid el año pasado, empecé a abrir puertas poco a poco en otros escenarios. Ahora las prácticas duran tres horas y el tiempo pasa volando. Son todo caras nuevas y al rato nos estamos abrazando. El sábado pasado nos juntamos en Santander.  Fue como comer fruta fresca en un día de calor. Fue un llegar a casa y que te reciban con un abrazo. Si hay una mente colectiva, el sábado liberamos espacios, aireamos rincones, nos dimos espacio e invitamos al resto a que se expresara con toda su autenticidad.

Llegar

Siempre que me junto con un grupo siento lo mismo. «Estamos los que tenemos que estar. Lo que ocurra aquí será nuestra propia expresión, única e irrepetible. Ésta experiencia quedará en la memoria de cada rincón de nuestro cuerpo y mente. Yo, me pongo al servicio.»

Los primeros minutos son para mirarnos a los ojos y llegar a casa. Hay un rato para hacernos nuestro propio hueco y sentirnos acogidos. Creo que es importante que practiquemos y dominemos el arte de llegar. Hablamos mucho del aquí y ahora, pero comprenderlo es otra cuestión. Cuando aprendemos a llegar, a aterrizar, nos damos la posibilidad de establecer un espacio para acogernos, no solo a nosotros mismos sino también a la gente que nos rodea y con la que vamos a compartir un rato de nuestras vidas.

En todos los talleres o retiros propongo espacios que no tienen que ver necesariamente con la práctica física de yoga tradicional, pero que en realidad y a mi entender, tienen más que ver con la práctica de yoga que cualquier otra cosa. Antes o después todos nos ponemos al servicio del otro. Antes o después todos estamos explorándonos a través del otro. Antes o después todos somos objeto de observación propia y herramienta para el otro. Cada vez es diferente, según el objetivo propuesto para el taller, según las ganas y la voluntad de las que estamos. Siempre hay algo de contacto. Se descubren tantas cosas en manos de otros y bien hecho, nos da tanta tierra, que por qué no hacerlo. La respuesta está en bajar barreras y en llegar a nosotros también, a través de la mirada del otro.

Explorar

Lo digo a menudo y he escrito mucho sobre ello en las últimas entradas. Creo que es necesario que tomemos la llamada que la práctica nos presta; la de volver a crear sensibilidad y a hacernos permeables a lo que nos toca.

El sábado en Santander hablamos de toda esta vuelta a la suavidad y la sensibilidad. En cuanto nos permitimos hacer esto, el cuerpo se abre invitándonos a descubrir nuevos espacios que hasta ahora estaban cerrados o eran inaccesibles a la percepción. Nos ayudamos del contacto del otro y nos permitimos romper esquemas prefijados para devolver libertad.

El cuerpo y la mente tienen su ritmo. Creo que lo mejor que podemos hacer nosotros es encender luces para Santander yoga con cris taller workshopiluminar nuestras propias sombras, cultivar sensibilidad y dejarnos sentir. Hay cosas que ocurren de manera espontánea y nos las podemos forzar ni acelerar. Esa es la belleza, recordar que nuestra labor es más bien la de escuchar muy atentamente para que cuando esos cambios ocurran, nos demos cuenta.

Podemos practicar «yoga» durante muchos años y mantener, aún, muchos espacios encerrados. Podemos refugiarnos en estructuras que corren tan profundo bajo la piel que no nos permitimos explorar de otra manera. La mente juega un papel importantísimo en nuestro movimiento y la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con el mundo. Cuando prestamos atención a los patrones que cargamos encima, la práctica y la expresión cambian radicalmente. Soltamos su peso y la ligereza nos permite saborear la libertad.

Abrazar

Si entendemos la práctica así, creo que cada movimiento es un abrazo. La postura deja de ser la protagonista. La postura deja de ser el objetivo que nos saca de nosotros mismos, para ser un escenario que nos lleva de vuelta al centro de nosotros mismos.

Cómo entendemos la vida definirá también cómo vivimos la práctica. Sin embargo, es común que evitemos estar en nosotros mismos porque a veces, parece que se nos hace insoportable. Sentir con todo detalle, es para muchos, demasiado. Pero, ¿y si aprendemos que cada situación es una invitación para explorar, para recibir otro tipo de información? Si cada escenario, físico, mental y emocional, son nuevos rincones que saludar, nuevos espejos en los que mirarnos, entonces, todo nos va a hacer volver a casa. Todo va a hacernos volver a nosotros mismos. Desarrollaremos nuevas miradas que nos hagan más amplios, más anchos, más sensibles, más inteligentes y perceptivos. Y entenderemos entonces, por fin, que cada lugar es una oportunidad para abrazarnos. Gracias a todas las que estuvisteis. Fue un constante abrazo.

 

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